viernes, 10 de abril de 2015

A-mor



Entre caminos aquietados y acechantes llamaradas de calor
es donde circula la preocupación primordial.
No poder amarte con total desenfreno,
no poder apreciarte con necesaria delicadeza,
no poder dibujarte en expresivo movimiento,
no poder imaginarte volando por cielos nocturnos,
no poder sentir tu figura infinita,
no poder mirarte desde el punto del encanto,
no poder comprenderte en libertad,
no poder amarte en todo lo que eres.

Ahí es donde nace la pregunta:
¿y cómo hacer para disponerme de una forma
en la que tú me aparezcas tremendamente maravillosa
en tu total y absoluta libertad?
¿y cómo amarte ahí donde los caminos de nuestra existencia
no se entrecruzan, sino que se alejan?
¿y cómo amarte ahí donde tu ser se expresa en su absoluta e infinita posibilidad?

Cuando se pone en riesgo la marcha
y peligra el piso de todo sostén,
la preocupación se ensancha
y surge la imposibilidad de no desear lo eterno.
Y es que no se puede comprender otra forma de existencia
que no signifique amarte en tu total libertad.
Y es que no se puede desear otra forma de amor
que el que no disponga decretos legales.
Y es que no se puede amar de otra forma
que no sea el amarte por entero,
en tu movimiento y tu lejanía,
en tu serenidad y tu sufrimiento,
en tu deseo y tu gozo,
en tu desprecio y tu pasión,
en tu libertad y tu amar.

Y cuando las aves dejan el nido del oscuro bosque
para aguardar las luces del amanecer,
tener tu bella presencia
en ese inmortal horizonte.

Que todo lo llena y todo lo es.

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