miércoles, 23 de septiembre de 2015

A 4 meses

Aquí me tienes otra vez,
entregado al arrojo peligroso
de un futuro atemorizante
y una posibilidad de tocar las nubes con el cuerpo entero.

He querido borrarte,
he visto tus ojos mientras los míos
se inundan de tu figura en el reino de los sueños,
y siempre comprendo
que eres imborrable,
eres el fuego que nunca antes había adolecido,
eres el mar que eterniza todos los espacios,
eres el fulgor que bombea mis entrañas.

Quisiera tener tu presencia llena, viva, vibrante,
a mi lado esta noche,
y las hermosas noches venideras
poder brillar junto a ti
como dos estrellas hermanas,
concientes de una distancia abismal del cosmos,
pero decididas a acompañarse en el cielo nocturno,
en el mundo terrible;
que nos hace frágiles,
que nos hace mortales,
en la realidad agobiante
hacernos uno y ser la chispa que haga florecer
los rincones que recorremos.

Y mientras escribo...
las lágrimas corren por las mejillas,
emocionadas de un deseo tan genuino e intenso,
cubriendo el rostro azotado por la separación.

A 4 meses de la sinceridad primera de los cuerpos enardecidos,
desespero por vivir aquellos recuerdos como en presente instantáneo.
A 4 meses de rozar los labios más suaves y bellos del universo,
desespero por recitarte estas palabras al oído.
A 4 meses...
Sólo pienso en poder vivir junto a tu maravillosa compañía,
a tu profunda mirada, tu suavidad entera
y tu voz que es voz de la noche, del cielo.

Amo tanto la noche y el cielo
como tu ser siendo,
y amar la noche, el cielo y tu ser
es amar toda la vida entera.
No se puede pedir más...

Y pienso, y siento, y lloro, y grito, y deseo:
Cómo invitarte a ver anocheceres eternos,
cómo hacer del cielo nuestro lugar,
cómo llenarte de encanto con el viento primaveral...

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