sábado, 13 de junio de 2015

Sin pies ni brillo



Como cambia la sangre
entre las venas de
lo abierto y lo profundo,
cambia el aire podrido
de los caminos de
lo escondido.

Alientos de muerte
expiran las bocas
de la piel inmunda
de aquietamiento
que los cuerpos
del castrador profieren.

Dedos húmedos de la
carne abierta
gritan los voceríos
del control del
devenir de la inocencia
y de la ternura.

¿Cómo discurre el
sudor en la frente
del eterno embustero?
¿Cómo esboza sonrisas
de la porquería
y el engaño?

Danza entre sus dientes
la más suave mentira
como blanca esperanza.
Las orejas son basura
enceguecida y adormecida
por los sonidos del terror.

Tiemblan las rodillas
flacas y nerviosas
por descubrir su
inexplicable y segura
soledad,
su abandono de la última llama.

Y comprendiendo su horror,
el pequeño insecto
pretende sus patas
más firmes y más liberadoras,
cuando no se ha dado cuenta
que hace mucho se las arrancaron…

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